Sueños de gloria

“Estoy atravesando un momento crucial en mi vida, enfrentado a un huracán de proporciones bíblicas. El ruido es ensordecedor y las titánicas fuerzas del rio embravecido me arrastran inexorablemente a un final en el que no sé si pierdo la vida, entro a una prisión, o a un manicomio”.

Como cosa extraña, a la siguiente mañana cuando desperté, recordé nítidamente este sueño y descubrí un hecho pasado que hiló toda una serie de deseos, presentimientos y angustias que se tradujeron en esa fantasía nocturna.

No hace mucho, oscurecía cuando me metí al río que bajaba crecido. Tropecé con una piedra y caí como una plasta de mierda en medio de las aguas. Mojado hasta los tuétanos, me agarré de lo que pude y logré levantarme antes de que la fuerza de las aguas me arrastrase piedras abajo, como en el sueño.

Recuerdo a mi perra ‘achane’, que me esperaba con alegría en la otra orilla, que no dudó un solo instante en lanzarse a las frías y furiosas aguas al verme en dificultades. Qué nobleza de animal. 

Mientras desayunaba huevos criollos, con malanga y café de la Sierra, reflexioné sobre las adversidades y las presiones que he enfrentado a lo largo de mi vida y cómo las he vencido y soportado. 

Ahora que recapacito seriamente sobre muchas de mis realidades valoro más mi existencia, porque cuando uno se maluquea, o se echa a la cama y no logra conciliar el sueño, se despierta apreciando más la vida, ya que lo único seguro, - y que no está en discusión-, es que todos moriremos; no sabemos cuándo, ni dónde. Por eso, quien no haya sufrido en los remolinos de la incertidumbre, ni sentido angustia por no materializar sus proyectos de vida, la locura es una salida digna frente a las otras dos opciones de mi sueño: el cementerio o la cárcel. 

Pero frescos parceros, apaguen sus alarmas, porque no creo que haya otro ser en el planeta Tierra que tenga más ganas de respirar que yo. 

Mil gracias a todos por su nobleza y por haberse lanzado al rio de las imaginaciones para salvarme.