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El Monstruo de Candelaria

El Monstruo de Candelaria

Por Álvaro Cotes Córdoba

La niña de 12 años de nombre Sofía, quien fue secuestrada, ultrajada y asesinada por un violador, lo único que al parecer hizo, para merecer ese trágico y prematuro final de su vida, fue llevar el nombre de Sofía.

La conmovedora y horripilante historia se desarrolló, como es ya sabido por todo el mundo, en el municipio de Candelaria, en el Valle del Cauca. Un poblado tranquilo, donde la violencia del país no ha calado tan fuerte todavía. Casi nadie había escuchado de esa locación, precisamente, porque nunca había ocurrido nada grave hasta ese día, 29 de septiembre del año 2024.

La frágil y delgada Sofía, quien adoraba a los animales, por cuanto en su casa tenían sus mascotas, salió ese día por la tarde para donde su abuela, a buscar un champú de perro. En su recorrido debía de pasar por una veterinaria de aquel pacífico pueblo urbano.

En una de las cámaras de seguridad que hoy en día casi todo el mundo pone en sus residencias y locales comerciales, así no impidan las acciones criminales o los robos de los delincuentes, la cual está ubicada cerca de la calle por donde Sofía debió caminar para trasladarse hasta donde su abuela, quedó registrada la última vez que se le vio con vida.

Su madre la distinguió de inmediato, apenas vio la imagen no nítida de una persona caminando por un andén y cruzar después una calle transitada. Quién más que ella que la parió la iba a reconocer, pues no solo la había traído a este mundo inhumano, sino que también la había visto crecer desde esa ocasión.

¡Siiiií, ella es; es mi niña! Exclamó con una animosidad conflictiva, entre lágrimas, llanto y una mínima alegría por verla aún con vida. Con base en ese vídeo y la confirmación de su progenitora de que se trataba de ella, las autoridades respectivas, iniciaron la investigación pertinente, para dar con su localización, luego de que se conociera su extraña desaparición.

Se presume que Sofía, cuando pasaba por la veterinaria, debió ser introducida allí a la fuerza por su dueño, un adulto de 32 años, de nombre Brayan Campo y de quien se sabía poco, aunque observándose las fotografías que tiene en su cuenta de Tik Tok, se dedicaba, además de atender la veterinaria, a ir a un gimnasio, a jugar y sacar a pasear a dos perros en su moto de alto cilindraje y a presumir una paz mental y un físico envidiables.

Hasta entonces nadie creía que aquel joven organizado podía ser un violador asesino. Incluso, amigos, conocidos y hasta desconocidos, le dieron “me gusta” a esas presunciones virtuales en su cuenta tiktokera. Hoy deben de estar apenados y arrepentidos. Pero no tienen culpa, porque también fueron engañados, como seguro engañó a muchas otras personas que interactuaron con él en el también perjudicado municipio Candelaria. Los pueblos, ciudades y países, a veces son más conocidos por las cosas malas que se registran en ellos y los dejan marcados para siempre. Tanto que, cuando se van a referir a ellos, los mencionan con sus nombres propios, pero acompañado de lo más malo que haya ocurrido allí, como un sobrenombre despectivo y como ha sucedido siempre con otras localidades del país. Nunca se acuerdan de las cosas buenas.

Después de que la pequeña e inocente Sofía debió de ser introducida en la veterinaria, no se supo más nada de ella. Tuvo que asustarse mucho e intentar huir de las garras de aquel depredador sexual asesino, cuando este último se quitó el disfraz de veterinario frente a ella. Fueron 19 días en que la mantuvo en sus dominios y poder. Algunos dicen que pudo ser menos, pero esa versión se cae rápido, por cuanto su cuerpo desmembrado todavía conservaba su tonalidad natural o no estaba descompuesto, cuando finalmente lo encontraron enterrado, el 17 de octubre, es decir, 19 días más tarde. Lo que hace pensar que pudo ser asesinada horas antes del hallazgo de su cadáver en la veterinaria, de donde habría sido sacada en partes y llevada después hasta una zona enmontada y apartada del perímetro urbano de la lúgubre Candelaria. Y eso tuvo que deberse a la desesperación y presión que el violador asesino sintió, cuando se comenzó en todo el país, por los medios de comunicación y redes sociales, la campaña de solidaridad en busca de Sofía. Además, las autoridades detuvieron al falso veterinario en otra población distante, Palmira, y a su mujer en la veterinaria, en donde las autoridades hallaron vestigios de sangre que son sometidos a análisis, para determinar con el ADN a qué cuerpo pertenecían.

Pero tras la confesión posterior y la aceptación de ser el asesino violador de Sofía, se intuye en la investigación, una obsesión o patrón del homicida, para disipar una posible frustración personal o familiar, que habría tenido con relación al nombre de Sofía, pues se supo que su primera víctima hasta ahora conocida, que la tuvo en el año 2014, también se llama Sofía y a la hija que engendró con su mujer, igual la bautizaron con el mismo nombre. Lo que supone pensar una fijación hacia las niñas que se llamen Sofía. Sin embargo, puede ser una mera coincidencia, como sucede con frecuencia en todos los ámbitos de las relaciones sociales humanas, por ejemplo, en las amistades y noviazgos, en donde se tienen tres y hasta más, amigos y amigas, novios y novias, con el mismo nombre.

De manera que el caso del confeso asesino violador Brayan Campo no debería ni siquiera enfocarse como un problema de salud mental, como lo sugirió irresponsablemente la gobernadora del departamento donde se produjo ese doloroso hecho brutal contra la vida de una inocente criatura que apenas comenzaba a vivir. La justicia de Colombia, nuevamente y por millonésima vez, tiene en sus manos la oportunidad de corregir sus errores, de enmendar sus fallas garrafales e impartir la razón de ser de su funcionalidad, así sea que, como siempre, lo haga tarde o después de que hubiera ocurrido la trágica muerte de la que esperamos todos, sea la última niña Sofía víctima del Monstruo de Candelaria.